Pedro Gonzalez, el camionero de Navalcán
Pedro González es un personaje muy polifacético, tan pronto le vemos a los mandos de su Volvo FM, como montado en un precioso caballo de raza española o cosechando uva para preparar un vino que “quita el sentido”.
Pedro González recorre casi a diario las rutas de Castilla La Mancha, Castilla León, Madrid y Extremadura transportando con su Volvo FM.400 todo tipo de mercancías, desde piensos a verduras, y lo que le echen. Hoy le pillamos cargando leña en una finca de la provincia de Toledo. Leña de encima que, como nos dice el propio Pedro, es bastante apreciada para las chimeneas, y hay bastante demanda. Por lo general, sus puntos de destino son las localidades madrileñas de Santos de la Hunosa y Móstoles, desde donde se distribuye la carga de casa en casa con un vehículo más pequeño.
Aunque los distribuidores tienen su propia cartera de clientes, y son los que por lo general encargan la carga, otras veces es el propio Pedro quien mueve el mercado. “Si, por ejemplo, voy a hacer un viaje de pienso y, para no venir de vacío, quiero subirme un viaje de leña, como tengo todos los teléfonos y todas las direcciones, llamo a algún contacto para conseguirlo. Aunque el martes pasado nos salió un poco mal la cosa. Los de la finca no querían sacar la leña de la tierra, porque como estaba lloviendo iban a tener muchos problemas. Entonces yo les llamé, porque estaba parado y no podía seguir así. Además, como a ellos les interesa porque si no no cobran, nos pusimos manos a la obra, pero como había llovido mucho y el terreno estaba muy blando, atasqué el camión y me tuvieron que sacar con dos tractores, porque uno solo no pudo y tuvo que venir otro de la casa de la finca”.
A Pedro le llega el gusanillo del camión casi por casualidad. “Mis padres eran agricultores y ganaderos en mi pueblo, Navalcan, a 35 kilómetros de Talavera de la Reina, en Toledo. En el 85 con 21 años 21 años me vi obligado a salir de casa porque éramos tres hermanos y aquello no daba para estar todos en casa”. Acabó en la zona de la Vera, donde había bastantes trabajos temporales para la recolección. “Empezábamos a recoger los espárragos en marzo, seguíamos con las manzanas hasta julio agosto, después cogíamos el tabaco hasta noviembre, y luego me iba a la corta de la leña. Lo pasé muy bien, éramos todos jóvenes, éramos amigos, cobrábamos cinco mil pesetas, que era un sueldo muy bueno en aquellos años”.
Es en aquellos años cuando nuestro protagonista comienza a acercarse al mundo del camión. “Nos mandaban siempre, a otro y a mí, a cargar los camiones de tabaco, y cuando estábamos trabajando cortando leña en los montes también iban camioneros a hacer lo mismo que hago yo ahora. Yo los veía, hablaba con ellos, y me quedaba asombrado. Esta gente vive bien, vienen, le cargan el camión, y se van por ahí. Eso me llamaba la atención, porque yo estaba ahí en el pueblo metido, no había salido nunca, siempre trabajando en el campo, y quería salir, quería ver cosas. Y cómo solo tenía un graduado escolar, quizás la única forma de viajar, y viajar gratis, pensaba, va a ser sacarme el carnet de camión”.
Una vez con el carnet de camión en su poder encontró un trabajo en Talavera de la Reina para repartir botellas de oxigeno con una furgoneta Sava. “Estuve ocho años de repartidor, y lo pasé muy bien con aquellos herreros. Todavía a veces me encuentro con alguno, como los hermanos Albarrán, que tienen un taller de cerrajería bastante grande en Arenas de San Pedro donde hacen ventanas de aluminio, estructuras de hierro para las casas, etc., que son una gente muy sana, muy dicharacheros. Pero con las botellas se trabajaba mucho, porque pesaban de 90 kilos para arriba. Además es que me venía el herrero; “te ayudo”. “no, no las subo solo”. Y una, y otra, y otra botella para arriba, y había día que repartía hasta cien botellas. Así estoy de la espalda”.
Luego la empresa para la que trabajaba Pedro compró un camión para repartir aluminio en bruto a los cerrajeros que hacían puertas y ventanas. “El chófer que estaba en Torrijos con ese camión, sigue contándonos, parece ser que tenía algún problemilla, se paraba por ahí, en fin, no era muy responsable. Entonces ellos vieron como yo funcionaba y dijeron; “nada, el problema está resuelto, este de Talavera nos le traemos a Torrijos, que está a 80 kilómetros de mi pueblo, y a este le largamos”. Me llamaron; “oye, vente para acá”, y me trajeron con todos los gastos pagados. El tío este se fue de vacaciones, yo estuve trabajando quince días con el camión de él, cuando vino le pusieron en el almacén, le aburrieron, se fue, y yo me quedé con el camión”.
La empresa empezó a crecer, compraron un camión más grande, y Pedro comenzó a ir a por aluminio a Paterna en Valencia, a muchos sitios de Madrid, a Dos Hermanas en Sevilla, y cuando el encargado del almacén se jubiló, le propusieron quedarse en su puesto. “Estaba bien y ganaba dinero, no iba mal pagado, pero yo veía los camiones que llegaban allí y que descargaban, y me decía; que no quería oficinas ni líos de almacén”.
“Había un hombre que le cargaba a mi suegro la leña y se la llevaba a los clientes, y cuando iba a ayudar los fines de semana a cargar ese camión, hablábamos mucho y un día me dijo que se iba a jubilar y que si quería quedarme yo con el camión. Y así fue como me convertí en autónomo a los 31 años de edad” Cargaba pintura en una fábrica de Guadalajara y bajaba a Extremadura a repartirla, y también llevaba la leña a Madrid por la zona de Colmenar”.
El camión con el que se hizo Pedro fue un Renault DG 320, más conocido como Pony. “Lo tuve ocho años, y con los kilómetros que le hizo este hombre y con los que le hice yo me salió bastante bien. Pero, claro, ya dio todo lo que tenía que dar y cambié a este, al que tengo ahora, que es un Volvo, que es muy bueno, muy fuerte. Tiene ahora medio millón de kilómetros y no me ha dado problemas”.
Y hablando de problemas, Pedro tampoco es ajeno a la situación actual del sector. “Esto no da lo que daba ni mucho menos. En el momento que empezó a subir el gasoil por encima del euro, y estamos en uno cuarenta, ya no es lo que era ni muchísimo menos. Está la cosa muy apretada, hay que ajustar mucho, y hay que hacer los menos gastos posibles. Tengo una empresa que me da bastante trabajo en verano y que me pagaba al mes, pero me dijeron que lo harían ahora cada tres meses y aún tengo pendiente una factura desde hace cinco meses. Esas son unas, las otras que te pagan cuando te dicen, lo hacen, pero mas barato”.
Este artículo, completo Numero 72 - julio/agosto 2013 |
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