Según datos de la DGT, en 2011 se produjeron 98 accidentes por fatiga y/o somnolencia, con el resultado de 112 víctimas mortales.

La deshidratación, la falta de descanso, iniciar un viaje de largo recorrido después de la jornada laboral, las comidas copiosas y el consumo de alcohol son algunos de los factores que pueden provocar cansancio y somnolencia al volante. Estas circunstancias provocan una disminución de la atención, dejándose de ver hasta un 30% de información del tráfico y aumentando los errores en la percepción de distancias y velocidades, y también el tiempo de reacción ante un obstáculo en un 86%.

Según los datos del “Estudio de Fatiga y Conducción 2012” sobre una muestra de 1.100 conductores, un 72% declara haber sufrido episodios de sueño. Este dato es significativo ya que la somnolencia es la fase final y más peligrosa de la fatiga, lo que indica que previamente se han producido señales a las que el conductor no ha prestado la suficiente atención. Además, un 57% de los conductores reconoce haber notado pérdidas de concentración y un 40% picor de ojos y visión borrosa. Para evitar llegar a estas situaciones, cerca de un 65% de los conductores reconocen que parar y tomar un refresco le ha ayudado a despejarse.