Fuera de lo común

La problemática de las empresas de transporte especial tiene dos caras: por un lado, técnico, al tener que transportar mercancía muy voluminosa y/o pesada, y por el otro, toda la carga burocrática que conlleva esta actividad, que también es abultada.

Por difícil que resulte de creer, las empresas de transporte aseguran que, peor que la dificultad de cargar, transportar y descargar molinos de viento, casas prefabricadas, motores, maquinaria o cualquier otra mercancía que exceda de los límites establecidos, es tener a tiempo toda la documentación que se exige para hacer este transporte: permisos, pago de tasas, papeles…todo un proceso que acaba con la paciencia del más templado.

Y todo esto ¿por qué? Porque las empresas deben, por así decirlo, “pedir permiso” a los propietarios de las carreteras por las que van a transitar con semejantes vehículos. Y para ello, se tienen que poner en contacto con los que tienen la titularidad, que en España están divididos en tres categorías: Estado, comunidades autónomas y provincias.

Se trata de un proceso largo que requiere tiempo y dedicación. Además, no sólo tienen que tener conocimiento estas administraciones que se va a hacer un transporte de estas características: también la Dirección General de Tráfico, dependiente del Ministerio del Interior, debe saber que va a haber un convoy especial en un día determinado. Y aquí comienza otra complicación: además de implicar a otro ministerio (aparte de Fomento), las competencias en materia de Tráfico están cedidas en Cataluña y País Vasco, con lo que hay que pedir un permiso extra a estas dos comunidades si se va a pasar por sus respectivos territorios.

La energía eólica representa un sector importante para la demanda de transporte especial

Como es normal, los permisos los tiene que pedir la empresa de transporte, que es la que va a hacer la ruta. En primer lugar, el jefe de tráfico calcula el itinerario que se va a hacer, con sus kilómetros correspondientes, las carreteras por las que va a pasar, las medidas del material a transportar, las horas en las que pueden trabajar (hay trabajos que obligan a circular de noche), etc. Esto, con cada uno de los países por los que se viaja, lo que, un transporte internacional, puede ser tremendamente complicado.

Por eso, muchos trayectos de este tipo, se montan en transportes alternativos y se simplifica la operación, no sólo en cuanto desde el punto de vista técnico, sino burocrático.

Por ejemplo, una empresa española hizo, en una ocasión, un transporte especial entre Madrid y Bremen, en Alemania, y optó por cargar la mercancía (una pieza del cohete Ariane V) en un barco desde el puerto de Pasajes, en Guipúzcoa, hasta Bélgica, para evitar pasar por Francia, un país que suele ser problemático en este tipo de transportes (y en casi todos en general).

Cómo es el especial

Como ya hemos comentado más arriba, el gran problema de las empresas que hacen especial es la maraña burocrática en la que se meten, donde han de lidiar en multitud de ventanillas y variadas administraciones.

En nuestro país, el número de empresas de transporte especial no son muy numerosas, en parte por la propia idiosincrasia de la mercancía a transportar, en parte por la oferta del mercado (como es natural, se transportan muchas más mercancías perecederas, líquidos o productos manufacturados que cargas voluminosas, maquinaria o aerogeneradores).

Durante los últimos años en nuestro país, la obra civil (es decir, construcción de grandes infraestructuras, autopistas, líneas del AVE, aeropuertos, puentes, túneles…) y el crecimiento de los parques eólicos han provocado un aumento de la demanda de transporte especial, lo que ha hecho que la actividad fuera importante. Todo esto ha propiciado que se vendieran más camiones para este tipo de transporte y, sobre todo, más chasis especiales. Un engranaje que genera negocio para diversos sectores y que mantiene activa la economía de múltiples empresas: las de transporte especial, la de construcción, la de maquinaria de obra pública, la de fabricantes de chasis especiales y, por ende, la de la Administración y varias gestorías, con los permisos que hay que pedir.

Mismos intereses

Para conseguir logros y poder negociar de forma conjunta ante la Administración, las empresas de transporte especial están aglutinadas en ASTRAE, la asociación de transporte especial, ubicada en Madrid y que cuenta con un centenar de empresas adscritas que, en total, suman unos 1.000 vehículos y que juntas tienen una facturación total de 360 millones de euros y dan empleo a más de 2.000 personas.

El origen de esta asociación fue aunar a todas las empresas afectadas por la tremenda burocracia que han de soportar y que les obliga, por ejemplo, a pedir un permiso distinto para cada viaje, aunque sea el mismo y con una carga similar.

Para ello, su presidente, Ángel Astudillo, un gran conocedor del sector, ha pedido en múltiples ocasiones que se simplifiquen los trámites y que, una vez que se ha solicitado un permiso ante la administración que sea titular de la vía y se haya aprobado, esta conformidad sirva para futuras solicitudes.

Coyuntura actual

Las inversiones en infraestructuras, promovidas por la Administración a través del Plan Estratégico de Infraestructuras y Transporte, han dado mucho trabajo a las empresas de obras y, en consecuencia, a las de transporte especial. No sólo para transportar el hormigón y todo el material necesario para emprender la obra, sino incluso para llevar toda la maquinaria (dúmpers, escavadoras, tuneladoras, equipos especiales…).

En cuanto a las empresas que fabrican los aerogeneradores para los parques eólicos (los molinos de viento que cada vez están más presentes en nuestro paisaje peninsular), éstos también demandan un transporte especial, ya que sólo las palas superan la medida reglamentaria que establece la normativa sobre pesos y dimensiones.

Hasta ahora las empresas de transporte especial reconocen que tienen trabajo y que la actividad se mantiene, pero el parón que se va a producir cuando finalicen las obras del AVE (ya se han inaugurado varias líneas) y los grandes proyectos de autopistas, hace temer una ralentización de la demanda, que habrá que canalizar hacia otros sectores.